viernes, 21 de agosto de 2015

La isla de Benidorm, la isla de los periodistas

En la latitud 38º 30,1 N, longitud 0º 07,8 W se encuentra la Isla de Benidorm, también llamada Isla de los Periodistas. Un peñón lleno de gaviotas que desde hace más de 50 años se explota turísticamente gracias a los viajes que realizan a diario (menos los miércoles) unos barcos que han quedado apodados con el nombre de “golondrinas”.

Pero esta isla es más que un lugar a visitar. Es el icono de la capital de las vacaciones de la clase media que está, por cierto, llena de sorpresas.

Para ir a la isla basta con comprar los billetes en el puerto de Benidorm en “Excursiones Marítimas” (14 euros por adulto). El puerto está junto al parque de Elche, en uno de los extremos de la playa de Poniente (la más amplia del municipio y sin embargo la que menos sale en la televisión pues en ella no se ve el “mogollón”). Con el billete puedes ir, pulular por la isla el tiempo que quieras (con tal de no quedarte a dormir, que está prohibido) y regresar al punto de origen o bajarte a la vuelta junto a otra atracción “marina” que se remonta a la década de los 70 de la ciudad, el Cablesky.

El trayecto apenas dura 15 minutos, nada que ver con los 35-40 minutos que tardaba el primer barco (llamado “rompeolas”) que en 1962 empezó a hacer las excursiones, después de que durante años fuera la gente del pueblo quien paseara hasta el islote a los turistas en sus pequeñas barcas de pescadores.

Poco después de que las excursiones arrancaran, se empezó a explotar también un quiosco-bar en la isla, de mano del vigilante de ésta y de su hermano. Básicamente vendían refrescos a los turistas para sacarse algún dinerillo, y poco a poco, aquello terminó con la apertura de un bar que hoy sigue en marcha y desde cuya terraza se ve el skyline de Benidorm. (Por cierto, allí mejor tomarse una cerveza que el café, pues sirven un “americano” algo malo).

La pequeña edificación que hoy hace de restaurante fue construida hace cinco décadas por el Ayuntamiento benidormense como casa del guarda. No se hizo para reforzar la vigilancia, sino para que el “vigilante” viviera en ella y sortear, así, un decreto del Gobierno con el que podía quedarse con la titularidad de todas las islas que no estuvieran habitadas. La “casa” costó edificarla 25.000 pesetas y el alcalde que aprobó la medida, Pedro Zaragoza, fue el mismo que se fue a ver a Franco en motocicleta para pedir la “bula” por la que sólo en Benidorm las extranjeras pudieran lucir sus pecaminosos bikinis. Por cierto, cuentan que en su época los pescadores recalaban por la noche en la isla con sus barcas para hacer la “torrá” de pescado antes de regresar a tierra tras la faena, práctica de la que surgió un refrán local: “foc en l’illa, peix a terra” (fuego en la isla, pescado a tierra).

Hoy está prohibido hacer fuego en el islote que se integró, años después, al parque natural de Sierra Helada, cuyos acantilados caen sobre el mar entre las bahías de Benidorm y el Albir (Alfaz del Pi). Una vez en la isla, se puede pueden pulular por ella libremente, siguiendo un sendero entre cactus que llega a unas amplias rocas donde toman el sol las gaviotas. También en la isla uno puede apuntarse a ver los fondos submarinos con un barquito de visión subacuática que les deja un buen rato rodeados de pececillos e incluso de submarinistas.

Y es que la isla guarda bajo ella cuevas en las que habita una rica variedad de fauna submarina, lo que la convierte en reclamo de los buceadores. Por ello, en los últimos años se promocionan en ferias especializadas las rutas y sendas submarinas proyectadas en sus profundidades.

Un último dato sobre este peñón. Aunque en documentos del siglo XVI ya se denomina “Isla de Benidorm”, también ha sido llamada “isla de las Ratas”, “Plubaria”, e “Isla de los Pavos Reales” (en alusión a las vistosas aves que llevaron, en el siglo XIX los primeros fareros como símbolo de buena suerte, y cuya existencia hoy recuerda una gran jaula junto al restaurante). Pero además la isla fue bautizada en mayo de 1970 por la Federación Nacional de la Prensa de España como “Isla de los periodistas”. El apadrinamiento surgió durante la celebración en Benidorm de la XXVIII Asamblea Nacional de Asociaciones de la Prensa de España, cuyo el tema estrella fue la ansiada creación de una facultad universitaria que formara en la profesión (meta para la que se propuso un proyecto de estudios de tres años para el diplomatura y cinco para la licenciatura). La visita a la isla por los periodistas se hizo la tarde del 26 de mayo, invitados por el entonces alcalde Jaime Barceló, y allí se firmó el pergamino que la denominó con tal nombre.

¡Ah! Pese al ardid del alcalde Zaragoza, después de que la isla fuera catalogada en los 80 como espacio verde municipal, en los 90 apareció una nota simple del Registro de la Propiedad que decía que la finca era del Estado. Y así, estatal, sigue siendo este islote símbolo de una curiosa ciudad, con mucho más por ver que lo que refleja la marabunta tendida al sol, cada verano, en la televisiva playa de Levante.




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