Leía hace escasos días, orgulloso a la par que satisfecho, el primer artículo de Vannia Alvarado para Express Magazine. Tratando con buen hacer el asunto al que todos estamos conectados de una u otra manera. Sin lugar a dudas, es el tema de moda. Las redes sociales, y concretamente, Instagram; del cual habló Vannia, es la red social que quiero poner hoy, al igual que lo hizo ella, en el punto de mira. Por varias consideraciones. En primera instancia, debido a la gran afluencia de público que mantiene esta red social, por el crecimiento en todos los sentidos de la misma, pero sobre todo, por el embeleco, embuste y farsa que suponen para esta sociedad superficial, insustancial y de apariencias falaces.
Desde el día de ayer cesé mi actividad momentáneamente en esta red social. Más que nada por no seguir contribuyendo a este círculo vicioso de adulteración de la realidad, de perfeccionismo insano, de engaños a través de la pantalla; en resumidas cuentas: de postureo. He llegado hasta tal punto donde es insoportable el comprobar cómo las gentes del siglo veintiuno son tan frívolas que se llegan incluso a auto engañar, haciéndose pasar por la red social Instagram de algo que no fueron, son ni tampoco serán. Frustrándose por mostrar en multitud de historias una perfección que nadie ostenta, ya que es una cualidad que no define a ningún ser humano por valioso que sea. Un lugar para la ostentación, la pretenciosidad y la vanidad, que a mi juicio, creo que son las tres mejores definiciones para este siglo tan egoísta.
Muchos fueron los que me escribieron aconsejándome que dejara de seguir a aquellas personas que tendieran a eso mismo que comentaba con anterioridad. Pero muy a mi pesar, la tónica general es la que es. No se salva ni el apuntador. Todos se guían por apariencias, máscaras, caretas y fachadas, y eso es algo que conmigo no va. Sinceramente, me resulta muy chocante que diversidad de personas estén más pendientes de subir una foto o un vídeo a Instagram de lo que comen, beben o hacen en lugar de deleitarse de los menesteres para el disfrute de la vida.
Y comprobando y viviendo en propias carnes que la popularidad, el reconocimiento y la aceptación en los días en los que vivimos, sobre todo en el sector de la población más juvenil, se basa en la mendacidad constante, es mejor dejar apartado ese bucle insalubre, ese círculo vicioso que se fundamenta en mostrar la imagen adulterada y acomodada a lo que los demás quieren ver, para que éstos te vean con buenos ojos y así encajes en este sórdido y mezquino mundo actual.
Tal vez, por ello, entre otros pretextos: sea un bicho raro. Pero no me preocupa, para nada, más bien al contrario. Me vale mi propia aceptación, de saber quién y cómo soy realmente, y que la gente que verdaderamente me importa, lo sepa de primera mano. Ahora, por mi parte, mantengo lo dicho; no contribuiré al engaño del postureo, simplemente utilizaré Instagram para promocionar mis trabajos y los proyectos de las demás gentes trabajadoras y merecedoras de mi apoyo, ya que al fin y al cabo, esta red social juega con ese arma de doble filo, donde todo el mundo está observándote desde cualquier lugar del planeta, y donde si no estás dentro, eres inexistente a los ojos de la sociedad del siglo veintiuno, para bien o para mal…
Rodrigo Quesada
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